Por fr. Reynaldo Rafael Chang, OP.
Desde el punto de vista de la fe.
Es una buena pregunta para comenzar a analizar la situación que pretende arrancar – acabar con – la vida desde poco después de la concepción. Esta primera pregunta se podría complementar con la siguiente ¿Qué pasaría si las leyes hubiesen apoyado la decisión opuesta?Pues no solo se estaría considerando el “cometer un crimen”, sino el consentimiento y apoyo de las leyes para cometer dicho crimen.
“Ella” no es más que nuestra Madre y cada una de las madres que han “decidido”continuar con el embarazo en vez de recurrir a un aborto.
Cuando estaba en la universidad cursé una asignatura que considero de las más interesantes, pues está estrechamente vinculada a la vida, al planeta, a cada organismo unicelular y pluricelular, a las rocas y minerales, una materia dedicada a La Creación y a la evolución de las especies: Educación Ambiental.
Mi profesora: una persona sin igual; mis compañeros: los mejores. Finalizando el semestre llegamos a los tópicos relacionados con reproduccióny población. Para la primera clase de esta temática la profesora reprodujo un video comparable a la saga “Saw” o su traducción al español “los juegos del miedo”: fueron los 30 o 45 minutos más atroces y sangrientos del semestre; terminado el video – la carnicería y el derramamiento de sangre – nuestra profesora leyó un texto que se titulaba “carta de un niño abortado a su madre” (fácilmente se puede conseguir en internet). Después de la lectura de la carta, la profesoranos despidió, aun cuando faltaban 2 horas para el final de la clase. Supongo, porqueno había más que decir, aclarar, explicar, discutir… las imágenes hablaban por sí solas… ahora quiero preguntar: si para alguien que solo ve un video sobre abortos es una terrible experiencia ¿cómo será decidir y practicar un aborto?
Cuando comencé mi discernimiento vocacional uno de los textos bíblicos que me fue recomendado es: “Antes de formarte en el vientre, ya te había elegido; antes de que nacieras, ya te había apartado; te había nombrado profeta para las naciones” (Jr. 1:5). Una vez que fui aceptado en el postulantado de la Orden de Predicadores, en una de las clases de filosofía estudié los conceptos aristotélicos de: “el acto” y “la potencia”. Teniendo en cuenta estos aspectos de la fey dela razónpreguntaré de nuevo¿Qué pasaría si ella hubiese tomado otra decisión?
Ahora invito a pensar en las madres de los más prominentes hombres y mujeres del mundo: personas de fe, líderes de la Iglesia, líderes de movimientos religiosos de cualquier índole, científicos, médicos, investigadores, políticos, filósofos, artistas, policías, bomberos, en fin, un sin número de personas que han dedicado su vida para que otros puedan vivir mejor. Pensemos en personas “comunes” como nosotros, como los miembros de nuestras familias, nuestros amigos, como el indigente que mendiga en la esquina, personas alrededor del mundo cuya existencia desconocemos y ellos ignoran la nuestra, pero que desempeñan una labor importante por muy sencilla que sea, igual que la nuestra…¿Qué pasaría si nuestra madre o la suya hubiese tomado la decisión de abortarnos?
Una vez discutía con un amigo sobre la postura de la ciencia y su aparente control sobre la vidadel ser humano.¿Quién decide quien vive y quien muere?Fue la pregunta controversial, reímos muchísimo al ver cuán estúpidas eran cada una las ideas, una más absurda que la otra, pero este ejercicio mental nos ayudó a entender que el problema no es la ciencia en sí misma, es el ser humano que necesita ser re-educado y aprender a respetar la vida, desde su inicio (unicelular) y en cada una de sus formas (biodiversidad).
El proceso de re-aprendizaje será lento y doloroso, de eso estoy seguro, pero este parece ser la única respuesta que podemos encontrar para no terminar de destruir La Creación. La siguiente cita es tomada de la Carta Encíclica «Humanae Vitae» (1968) “Llamada de atención a los educadores y responsables en orden al bien de la convivencia humana sobre la necesidad de crear un clima favorable a la educación de la castidad, triunfo de la libertad sobre el libertinaje, mediante el respeto del orden moral.” Desde hace 50 años el Beato Pablo VI nos invita a tomar posiciones a favor de la vida.
La vida se define como la “Propiedad o cualidad esencial de los animales y las plantas, por la cual evolucionan, se adaptan al medio, se desarrollan y se reproducen.”
Los organismos vivos evolucionan. El ser humano, como organismo vivo, también lo hace pero en dos niveles: el naturalque le ha hecho perder el vello corporal; y el intelectualque le ha llevado a descubrir y a dominar el conocimiento.
La vida es la “propiedad o cualidad esencial de […] las plantas…” ¿Cuántas veces nos hemos sentado sobre la grama en un hermoso parque a conversar con otra persona y a la vez (conscientes o inconscientes de ello) comenzamos a arrancar el césped? Un detalle que se considera insignificante, pero haciendo justicia a la definición citada, al arrancar el césped acabamos con esa propiedad esencial llamada vida.
Se nos antoja tener una mesa nueva ¿Por qué no hacerla de cedro? El ataúd en caoba, el juego de muebles en pino, las puertas en nogal, los pisos en arce… ¿no tienen también los árboles esta propiedad que llamamos vida?
Subimos en la escala evolutiva y nos encontramos con los tigres, leopardos, jaguares, serpientes, cocodrilos, todos ellos con una materia prima por excelencia para la fabricación de abrigos, carteras y correas… y ¿cómo ha de faltar entre los adornos de la casa un paisaje montañoso tallado en el colmillo de un elefante?... Vestidos de piel, sentados en el mueble de pino, podemos contemplar el mencionado paisaje montañoso tallado en el colmillo de elefante mientras comemos, en la mesa de cedro, nuestra sopa de aletas de tiburón y «foie gras» como plato de lujo… con estos ejemplos considero que me hago entender. ¿Qué estamos haciendo con La Creación? El Papa Francisco en su carta encíclica «Laudato Si’» lo explica de manera muy acertada.
Ahora el punto central de este ensayo: el ser humano encabeza la escala evolutiva, es la más hermosa creación de Dios: “Le hiciste un poco menor que los ángeles, le coronaste de gloria y de honra, y le pusiste sobre las obras de tus manos.” (Heb. 2:7); estamos dotados de inteligencia para administrar (dominar) los recursos naturales del planeta y hasta el mismo conocimiento científico. En «Humanae Vitae» el Beato Pablo VI afirma que “La Iglesia es la primera en elogiar y en recomendar la intervención de la inteligencia en una obra que tan de cerca asocia la creatura racional a su Creador, pero afirma que debe hacerse respetando el orden establecido por Dios.”
No es absurdo decir que el ser humano no ha sido capaz de respetar la vida de los “organismos inferiores”. El pensamiento evoluciona, cambia, se desarrolla, sube de nivel, muchas veces se hace arrogante, egoísta y pretende destronar a la Sabiduría misma; por lo tanto es lógico pensar que si estamos acabando con las plantas y los animales, el aborto no es excepción. Parecen no ser suficientes las guerras, el sin número de armas biológicas y químicas, el terrorismo, la contaminación ambiental o las enfermedades para acabar con el género humano. Parece que hacía falta algo más radical: destruir la vida de un ser humano que aun no tiene la fuerza ni los medios para defenderse.
La pregunta central en este texto está vinculada a la decisión de una mujer y esto es totalmente cierto, pues es la mujer quien tiene y siempre tendrá la última palabra cuando se trata de llevar a feliz término un embarazo u optar por el aborto. Es en el cuerpo de la mujer donde se dan los procesos biológicos y psicológicos propios de la gestación y es ella quien sufre al momento del parto, hasta el punto de, muchas veces, poner en riesgo su propia vida cuando surgen complicaciones.
En Facebook®encontré una foto de una protesta a favor de la legalización del aborto, una mujer sostenía un cartel con la siguiente inscripción: “con mi útero yo hago lo que me da la gana”. Sin duda alguna apoyo la idea expresada en el cartel: es el cuerpo de esa mujer en particular, como bien lo dice “es su útero”; ahora cabe la pregunta ¿la vida que se está desarrollando en “su útero” a quién le pertenece? Cada uno de nosotros es hijo de su madre, biológica - legalmente hablando -, pero nuestras madres no son las dueñas de la vida. La palabra madreestá definida en el diccionario como “Mujer que ha tenido uno o más hijos, o animal hembra que ha tenido una o más crías.” De igual forma la palabra dueño (a)se define como “Persona que ejerce dominio sobre determinada cosa o persona, o tiene poder sobre ella.” En ningún momento estas definiciones son equivalentes, ni parecidas siquiera.
Al considerar la idea de un aborto se debe tomar en cuenta que ese nuevo ser que se está formando (en acto) puede ser (en potencia) el que desarrolle la vacuna contra el cáncer, el que lleve la paz al Medio Oriente, el que logre la unificación de todas las denominaciones de la Iglesia, el que traiga la felicidad al hogar, el que salve la vida de otro en peligro, el donante perfecto de médula ósea, el que cerrará tus ojos cuando la muerte llegue. Si el aborto es la alternativa elegida, existe entonces la posibilidad de que jamás se desarrolle o se posponga la vacuna contra el cáncer, que nunca llegue la paz al Medio Oriente…
Otro tópico que se puede considerar para su análisis es que la maternidad (y paternidad) se asume como una pesada responsabilidad en primer lugar, luego como la restricción de la libertad y finalmente como un compromiso económico. Este problema se resuelve cuando nos damos cuenta que ser madre o padre es una gracia recibida, un privilegio que no merecemos pero que Dios en su infinita misericordia nos ha concedido. Tener un hijo es ser co-creadores con el Creador, es continuar su obra en la tierra, es garantizar la prosecución de la vida y su desarrollo. Pablo VI nos dice “La vida humana es sagrada, desde su comienzo compromete directamente la acción creadora de Dios.” (cf. HV, 13) ¿Cómo despreciar el ser co-creadores? ¿Cómo rechazar un regalo o un privilegio como tal? ¿Por qué no cambiar las palabras “responsabilidad” por “entrega total”, “restricción de la libertad” por “estar a disposición de quien así lo necesita” y “compromiso económico” por “inversión”? ¿Es que acaso el propósito es que la vida humana se acabe con nuestra generación?
El tercer y último elemento es la utilización del aborto como nuevo “método anticonceptivo”. Al parecer la planificación familiar está fallando, la educación sexual ha desaparecido y el sexo se ha vuelto un ejercicio físico promiscuo e irresponsable, siendo estos los causantes de “embarazos no deseados” los cuales tienen como solución fácilla práctica del aborto. Parte de la re-educación a la cual hago referencia tiene que ver con entender que el aborto no es y nunca será un método anticonceptivo.
San Juan Pablo II (1983), recordó que Dios “llama a los esposos a la procreación responsable”. Eso significa “discernir los ritmos de la fecundidad humana y guiar vuestra paternidad según estos ritmos”. Con esas palabras, él reafirmó que “la doctrina de la Iglesia católica, admite la limitación o regulación de la natalidad solamente con métodos basados en los ritmos biológicos de fecundidad o no fecundidad de la mujer, pero rechaza la contracepción” o intervención directa para impedir la concepción.
Finalmente entre los 10 mandamientos encontramos “no matarás”. El aborto presupone una intervención directa para terminar una vida inocente e incapaz de defenderse. Que los gobiernos apoyen iniciativas de ley que regulen, fomenten o acepten la práctica del aborto es dar el primer paso hacia la legalización de justificar la terminación de la vida, esta vez no de un “feto”, sino de cualquier ser humano sin importar su edad. Aceptar y apoyar el aborto es abrogarse el derecho sobre la vida de todo ser humano, pues cada uno de nosotros pudo ser ese ser humano abortado por decisión de nuestra madrey con la aprobación de las leyes de nuestro país. El aborto es también acabar con la posibilidad de evolución y mejoramiento de la especie humana. Es eliminar la alegría del mundo.
Santo Domingo de Guzmán luchó en contra de las herejías en el sur de Francia, y una vez fundada la Orden de Predicadores la primera labor encomendada fue estudiar para la predicación del Evangelio, a creyentes y no creyentes, como fruto de la contemplación. La situación del aborto es comparable a las herejías del siglo XIII. Frailes, monjas y terciarios que vivimos según el ejemplo de nuestro Padre Santo Domingo, una vez más, estamos siendo llamados a Predicar el Evangelio de la Vida por la vida de todos los que aún no han nacido.
Quisiera insistir una vez más que la solución pasa por la educación de las masas a tiempo y a destiempo, contra viento y marea, con la ayuda de Dios, quien nos ha dado los medios, la inteligencia y la capacidad para luchar contra este nuevo mal. Ayudemos a las madres, a los padres, a las familias a tomar la decisión correcta, una decisión en pro de la vida: la propiedad esencial de cada organismo y el regalo más grande que hemos recibido de nuestro Padre celestial.