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El Señor ha Resucitado ¡Aleluya! ¡Aleluya!

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¨Él pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos porque Dios estaba con él; Y nosotros somos testigos de todo lo que hizo…; a quien llegaron a matar colgándole de un madero; a éste Dios le resucitó  Lo mataron al colgarlo de un árbol. Este hombre que Dios levantó en el tercer día y le concedió la gracia de aparecerse, no a todo el pueblo, sino a los testigos que Dios había elegido de antemano, a nosotros que comimos y bebimos con él después que resucitó de entre los muertos... Y nos mandó que predicásemos al Pueblo y que diésemos testimonio de que él está constituido por  Dios como juez de vivos y muertos” (Hechos 10, 39-42).

La Pascua nos ofrece la oportunidad para reflexionar y meditar sobre el gran misterio y sacrificio que celebraremos y sobre los beneficios que ella obtuvo y continua ofreciendo a toda la familia humana y a cada fiel a través del gran misterio divino.

Pero pese a la profundidad de nuestras reflexiones, explicaciones y enfoques místicos o teológicos, siempre habrá un margen infinito por andar a la vez que constatamos la imposibilidad de la mente humana para entender y comprender el amor infinito del Padre Celestial y el amor filial que llevó al Hijo en obediencia y sumisión total a aceptar el plan del Padre con quien estaba unido e identificado, para que el plan de salvación se llevara a cabo.

Jesús pasó por esta vida haciendo el bien y sanando física y espiritualmente. Estaba dotado de sabiduría divina más allá de la comprensión humana, fue amado por aquellos que había elegido y los humildes de corazón, pero rechazado y postergado por quienes gozaban de una mejor posición para entender que él era el único que los profetas habían predicho y ellos esperaban. Pero cuando llegó, no lo reconocieron porque no cumplía con sus expectativas humanas de lo que para ellos debía ser el Salvador.

También nosotros podemos fallar en entender el profundo significado de la Palabra en que creemos. Como dominicos estamos llamados a meditar y reflexionar sobre ella, para que, transformados por su poder y fuerza, prediquemos con fidelidad.  El carisma dominicano acepta lo que los Hechos de los Apóstoles dicen: Él nos envió a predicar y a dar testimonio de que él es el designado por Dios. Por tanto si realmente creemos y deseamos comprometernos con la misión de predicar, hemos de reconocer que aún necesitamos ser verdaderamente evangelizados y transformados por la luz y el poder de la Palabra.

¡Que la celebración de la Pascua sea una llamada más a profundizar,  evaluar y asumir el compromiso con el carisma que hemos abrazado el día de nuestra profesión religiosa!

Sabemos que él ha tomado la iniciativa al llamarnos y, por lo tanto, nosotros también nos contamos entre los elegidos a ser: testigos elegidos por Dios de antemano para comer y beber con él después de que él resucitara de entre los muertos. ¡Que su fuerza encienda en nosotros el fuego transformador de su Palabra y de su misión! ¨Como el Padre me envió, también yo os envío¨ (Jn. 20, 21).

Mientras escuchábamos y presenciamos el relato de la historia de la pasión de Jesús el Domingo de Ramos y el Viernes Santo, o celebrábamos la devoción popular del Vía Crucis, hemos sentido una y otra vez tristeza, compasión, impotencia, fe, amor, Paz y perdón. Y también nos contamos entre quienes experimentaron el perdón cuando Jesús gritó: “¡Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen!” 

Pero no solamente experimentamos el perdón sino que nos alimentamos con la plenitud de su sacrificio real en el don de su Cuerpo y de Sangre que nos dejó como memorial de su Pasión y alianza de amor. “Tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron” (Lc. 24, 30).

Tenemos muchas razones para cantar con alegría ALELUYA, ¡EL SEÑOR HA RESUCITADO! ¡ALELUYA! No lo busquemos entre los muertos, sino entre los vivos. "No está aquí, ha resucitado" (Lc. 24, 6). Él vino a dar vida y continúa iluminando nuestras vidas con su enseñanza. “¿No estaban ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino?” (Lc. 24, 32).

¡Felices Pascuas para todos!

Fr. Bonifacio Solís García, OP

Prior Provincial

Provincia Nuestra Señora del Rosario.