No es fácil hablar de ti para alguien que ha estado bajo tu guía durante cuatro años en aquellos años turbulentos de los años sesenta. Sin embargo, debo declarar honestamente que he admirado tu sentido de responsabilidad y fidelidad a tu vocación dominicana. Nos has dado un ejemplo del profundo amor que tenías por la Orden, la Provincia y la Iglesia y en todo momento nos invitaste a asumir la responsabilidad de nuestra formación y crecimiento espiritual. Escuchaste atentamente nuestras preguntas, quejas y preocupaciones y cuando no entendiste lo que exigíamos y las aspiraciones de aquellos sueños de nuestros primeros días cuando quisimos aprovechar los tiempos históricos de la cambiante y pujante Iglesia y de la sociedad, y hemos llegado a comprender que quizás ese momento histórico prevaleció sobre nosotros. No es fácil juzgar la historia con nuestros puntos de vista de hoy. Hemos atravesado desiertos áridos con la esperanza de captar y prevalecer sobre el tiempo y la historia, y es posible que hayamos llegado a comprender que debíamos haber dejado a la mano de Dios tomar más firmemente el timón de nuestras vidas y proyectos. Es posible que hubiéramos querido construir el Reino de Dios con nuestras fuerzas sin haber confiado más con el poder de Dios. No en vano nos seguimos preguntando cómo podríamos redescubrir la profunda renovación de la vida religiosa y de la Iglesia.
Fray Pedro González Tejero nació en Velilla de Tarilonte (Palencia), España, el 30 de agosto de 1920. Habiendo completado sus estudios elementales en su pueblo natal se trasladó a la escuela apostólica de Nuestra Señora del Rosario, La Mejorada, Olmedo, y posteriormente al Convento de Santo Domingo, Ocaña, Toledo (1931-1936). En ese momento se vio obligado a interrumpir su formación cuando estalló la guerra civil española y todos los hermanos asignados al convento sufrieron el martirio, mientras que los aspirantes se vieron obligados a salir y buscar refugio en las casas de algunos amigos hasta que pudieron trasladarse a otro lugar. Pero, tras la guerra civil, regresó al Colegio de Santa María de Nieva (Segovia), 1939-1940. En 1940 ingresó al año de noviciado en el Convento de Santo Tomás de Ávila e hizo su primera profesión el 16 de agosto de 1941.
Inmediatamente después de su profesión, inició los estudios institucionales en el mismo Convento (Filosofía 1941-1945 y Teología 1945-1946). Posteriormente fue enviado a la Casa Dominicana de River Forest, Illinois, EE.UU., donde completó los cursos de Teología y recibió el orden del presbiterado el 5 de junio de 1947. En este mismo Convento obtuvo el Lectorado en Teología y la Maestría en Artes en 1948. Este mismo año se matriculó en la Universidad Católica de América, Washington en el Departamento de Educación (1948-49).
Destinado al Colegio de San Juan de Letrán, Manila (1949-1954) se le asignaron diferentes trabajos docentes. Habiendo sido elegido prior del Conento de Santo Domingo se trasladó a esta casa (1954-57). Al final de su mandato fue nombrado Maestro de Estudiantes en San Pedro Mártir, Madrid, y San Tomás, Ávila (1958-1967). Fue durante este período cuando la mayoría de los hermanos de la provincia lo tuvieron como Formador. No fue un trabajo fácil durante los días de la gran transformación de la Iglesia y la vida religiosa con la celebración del Concilio Vaticano II y la revolución de los estudiantes y trabajadores en varios países europeos. Sin embargo, Fray Pedro siempre se preocupó por el bien de los Hermanos Estudiantes y trató de protegerlos en situaciones difíciles.
Elegido Prior del Convento de Santo Domingo en Ocaña se traslada al mismo (1967-1970). Terminado el periodo para el que había sido elegido es reasignado a Sto. Tomás, Ávila donde fue nombrado Subprior y director del Laicado Dominicano. En 1978 fue elegido primer Prior Regional en el recién creado Vicariato en Filipinas (1978-1882), al final de su mandato se le pidió que se hiciera cargo de los postulantes en nuestra Casa de Binondo (1983-1985), ocupando también el oficio de Superior de esta casa (1986-1989). Finalmente, fue trasladado al Convento de St. Thomas, en la Universidad de Sto. Tomás, donde asumió el cargo de director espiritual del Seminario Central (1990-2013). Debido a su salud fue trasladado a la enfermería donde ha permanecido en buen ánimo hasta la actualidad.
No es fácil hablar de un hermano que ha sido testigo de tantos cambios en la historia de su vida; que ha participado en numerosos capítulos provinciales y consejos vicarios; que siempre ha estado dispuesto a ayudar y que ha tratado de animar a la gente a adaptarse y sacar la energía necesaria para seguir respondiendo a la llamada de Dios animando y aconsejando a tantos hermanos y seminaristas.
Como Prior Provincial, como uno de sus alumnos durante mis años de Filosofía, como su co-hermano en varios Capítulos Provinciales y Consejos de Vicariatos quisiera extender mi felicitación a Fray Pedro por la celebración de sus 100 años de vida, 79 años de vida religiosa y 73 años en el sacerdocio. Su vida se ha caracterizado por el servicio al pueblo de Dios, a la Orden y la formación de frailes y seminaristas.
Oro para que Dios y la Santísima Virgen María, junto con nuestros santos, derramen sobre él abundante gracia y la alegría de haber visto a tantos hermanos triunfar en su ministerio y en su vida. Algunos de nosotros nunca olvidaremos los consejos, los recordatorios, su alegría cuando algo funcionaba bien y su tristeza cuando el resultado no era el esperado.
¡Gracias Padre por tu vida y servicio a la Iglesia, la Orden y la Provincia! ¿Qué hay para ti? ¡En los largos días de algún tipo de aislamiento que te ha impuesto la salud, espero que puedas escuchar el silencio y el susurro de la presencia de Aquel a quien tan generosamente has tratado de servir!
Permítanme concluir con unas palabras tomadas de Fray Timothy: “Dios te ha creado para hacerle un determinado servicio. Te ha encomendado un trabajo que no ha encomendado a otro. ¡Tuviste y continúas teniendo tu misión! Puede que nunca lo sepas en esta vida, pero te lo dirán en la próxima”. Pero con alegría puedes decir; “Hice lo que pude y estoy listo para recibir la recompensa que prometiste a aquellos que lo dejaron todo para seguir los pasos de Jesús”. ¡En tus manos Señor encomiendo mi espíritu!
Fr. Bonifacio Solís García, OP.
Prior Provincial