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Presentación Del Señor Y Vida Consagrada

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El 2 de febrero de cada año la Iglesia celebra la Fiesta de la Presentación del Niño Jesús en el Templo. Además, ese mismo día la Iglesia celebra el Día Mundial de la Vida Consagrada.

LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR

San Lucas narra en su evangelio la Presentación de Jesús en el Templo (cf. Lc, 2, 22-40). Para cumplir con la ley judaica, María y José van al Templo de Jerusalén para ofrecer al Niño Jesús a Dios Padre. Cuarenta días después de su nacimiento, y para así cumplir la ley, Jesús es presentado, ofrecido y consagrado a Dios en el Templo. Santo Tomas de Aquino nos dice que Él lo hizo así  para obedecer la ley  y de este modo darnos una lección de obediencia y humildad (Cf. STh III, q. 37). Desde su encarnación hasta su resurrección, y para así cumplir la voluntad del Padre Dios, Jesús ofreció su vida por la humanidad –para salvarla.

         Dos personas santas –mayores- notaron la presencia del Niño Jesús en el Templo: Simeón y Ana. Simeón –y Ana también- esperaba al Señor en el templo constantemente y su esperanza se convirtió en realidad: Mis ojos han visto a mi Salvador, a quien has presentado a todos los pueblos (cf. Lc 2, 29-32). Simeón presenta a Jesús como el Mesías, el Salvador de la humanidad y la luz de las naciones. Y añade que Jesús será un signo de contradicción: aquellos que lleguen a conocerlo estarán o con él o contra él. Simeón nos presenta además cual será la misión de María, la Madre de Jesús: una espada te atravesará el corazón (Lc 2:35). María, que dio a luz a Jesús, Dios-hombre, lo verá morir en la cruz.  

         Hacia el año 386 la Fiesta de la Presentación del Señor ya se celebraba en Jerusalén. En el siglo quinto, se conmemoraba en Roma y más tarde en todo el mundo. En la piedad popular, a esta fiesta se la conoce por el Día de la Misa de las Candelas: candelas o velas, que representan a Jesús como luz de las naciones Lumen Gentium son bendecidas. En muchos lugares, esta fiesta es conocida como la Fiesta de Nuestra Señora de las Candelas o la Candelaria. La Presentación de Jesús en el Templo es un evento significativo en la vida de Jesús y de María. Esta es la razón por la que es también un misterio del Santo Rosario, el cuarto misterio gozoso.

         Comentando el Bautismo de Jesús, San Gregorio Nacianceno escribe lo siguiente: “Como Él [Jesús] es Espíritu y carne, Él nos consagra por el Espíritu y el agua”. A todos los discípulos de Jesús se les pide, en particular en el día de la Presentación del Señor, que renueven su consagración bautismal, la cual nos llama constantemente a renunciar a Satanás y al pecado, y a proclamar de palabra y obra la Buena Noticia que es Jesús.

EL DÍA DE LA VIDA COSAGRADA

Desde el día 2 de febrero del año 1997, a la Fiesta de la Presentación de Señor se añade el Día Mundial de la Vida Consagrada, que fue instituida por San Juan Pablo II.  

         La vida religiosa es vida consagrada. Hermanas y hermanos religiosos  se consagran a Dios de manera singular, siguiendo los ejemplos de Sansón  (cf. 1 Jdg13, 2-7, 24-25), de Samuel (cf. 1 Sam 1), de Juan Bautista (cf. Lk 1,5-25), y principalmente de Jesús. Ana, una de las dos mujeres de Elcaná, era estéril. Ella pidió al Señor que la concediera un hijo, que ofrecería al Señor. El buen Dios la concedió el don de la maternidad y dio a luz a Samuel, a quien ofreció al Señor como había prometido. Y se lo entregó al sacerdote Elí: “Este niño es lo que yo pedía al señor; el Señor me ha concedido mi petición. Por eso yo se lo cedo al Señor de por vida, para que sea suyo” (1 Sam 1, 27-28). De este modo el niño Samuel es ofrecido al Señor, consagrado a Dios. De modo semejante, miles y miles de religiosos y religiosas en todo el mundo se han consagrado a Dios por Jesús en el Espíritu, y lo han manifestado públicamente profesando los votos de pobreza, castidad y obediencia y cumpliendo las observancias regulares de su orden, congregación o instituto religioso. Y por esta maravillosa realidad, la Iglesia se regocija en la Fiesta de la Presentación del Señor. 

En este día, 2 de febrero, religiosas y religiosos  de todo el mundo se alegran  de modo especial y renuevan su prometida consagración: dedicación total a Jesús, disponibilidad y compromiso. Todos ellos y ellas pertenecen a Dios y tienen el mismo voto total, esto es, consagración total a Dios: totus tuus, tota tua – todo, toda tuyo. La vida religiosa o consagrada implica para cada religiosa y religioso una entrega personal  de su corazón al corazón de Jesús, una entrega de amor que lleva consigo la responsabilidad radical de amar a Dios en sí  mismo, en los otros y en la creación (Karl Rahner, Sobre la oración).

Hay actualmente en la Iglesia muchas órdenes, congregaciones e institutos de vida consagrada. Cada una de ellas con su carisma especifico y misión concreta. Pero, todos los religiosos y religiosas tienen a Cristo como el centro de sus vidas, y además tienen el mismo objetivo: una creciente identificación con Cristo a través, sobre  todo, de la oración y compasión, que son dos características principales de la espiritualidad y la vida de Jesús. Ciertamente todos los Fundadores y todas las Fundadoras de los diferentes y variados Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica apuntan a Jesús, que es el Camino, la Verdad y la Vida (Jn 14,6). San Agustín comenta: “Yo soy el Camino. ¿Hacia dónde nos lleva el Camino? Nos lleva a la Verdad y a la Vida”.  

El Papa Francisco -como anteriormente los Papas Juan Pablo II y Benedicto XVI- invita al Pueblo de Dios hoy a que comprendan más profundamente la gracia especial que es para toda la Iglesia la vida consagrada.Además el Papa Argentino invita a toda la comunidad eclesial a dar gracias a Dios por el don de la vida religiosa, a orar por la fidelidad de los hermanos y hermanas religiosas a su vocación, y a pedir al buen Dios más vocaciones para la vida consagrada.

         Simeón se alegró: “Mis ojos han visto al Salvador del mundo”. Nosotros –todos los cristianos- nos alegramos y nos damos cuenta de que solamente los que esperan ver al Salvador lo verán; solamente aquellos que van a los lugares donde está el Señor lo verán. ¿Dónde? “Este es mi Cuerpo… Esta es mi Sangre”; “Si dos de vosotros os reunís en mi nombre, estaré en medio de vosotros”; “Tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, estuve enfermo y me visitasteis…”. Y esperamos poder preguntarle: “Pero, ¿cuándo, Señor…? “Os aseguro Lo que hicisteis a mis hermanos y hermanas menores  a mí me lo hicisteis”. San Juan Pablo II cita a San Agustín para religiosas/os: “Cristo es pobre en la tierra en la persona del pobre” (cf. Vita Consecrata 82).

         Querido Dios, limpia nuestros ojos y nuestros corazones para que podamos verte y seguirte, a ti que eres nuestra Luz, el único Camino que nos lleva a la salvación, al amor, a la cruz y a la resurrección – a nuestra felicidad en la tierra y en el cielo.