EL AMOR A LOS POBRES, ¿UNA PRIORIDAD?
Una gran multitud de pobres apenas sobrevive en nuestro mundo rico. La pobreza forzada es una maldición que clama al cielo en un mundo que tiene lo suficiente para que todos vivamos una vida decente y que desperdicia demasiado en armas de destrucción y muerte.
El amor cristiano, la caridad es amor divino -al amor y la gracia de Dios en nuestros corazones- y amor humano fraternal: Dios es nuestro Padre y todos nosotros somos sus hijos e hijas y por lo tanto hermanos y hermanas en Jesús. El amor fraternal es el distintivo de los discípulos de Jesús. El amor fraterno es universal, no selectivo: “En eso conocerán todos que sois mis discípulos, en el amor que os tenéis unos a otros” (Jn 13:35).
Ese amor fraterno universal se centra, sin embargo, en un amor especial hacia el prójimo pobre, amor que se llama desde los últimos años de la década del 1960 la opción o amor preferencial por los pobres. A nivel de teoría, seguimos hablando mucho de este amor preferencial, un amor frecuentemente negado a nivel práctico por un estilo de vida superfluo, consumista, y de despilfarro.
Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, la praxis de la justicia-amor está dirigida sobre todo hacia los pobres y marginados. En el Antiguo Testamento, particularmente en la tradición profética, vemos a Dios -el Dios de la justicia y la misericordia- al lado de los pobres y necesitados. “ÉL hará justicia a los pobres” (cf, Is 58:6-10; Am 8:4-7; 1 Jn 3:17).
La pobreza de Jesús es pobreza de ser. Es “kenosis”: “Se vacío de sí … haciéndose semejante a los hombres” ((Flp 2, 7); “siendo rico, se hizo pobre por nosotros” (2 Cor 8:9). La pobreza de Jesús es también pobreza de tener. Jesús pide a sus discípulos que sean pobres: “quien no renuncie a sus bienes no puede ser mi discípulo” (Lc 14:33). Jesucristo nació, vivió y murió pobremente y estuvo íntimamente unido a quienes eran material y socialmente pobres.
Jesús, Hijo de Dios y Hombre-para-los demás invita a todos sus seguidores a vivir sobriamente y a amar a los pobres: “La invitación [al joven rico] ‘ve, vende tus bienes y da el dinero a los pobres’, y ‘tendrás un tesoro en el cielo’ [Mt 19:21] es una invitación para todos” (Juan Pablo II, Veritatis Splendor). Consiguientemente, los gastos excesivos y el despilfarro son pecados (cf. CIC 2409).
Loa apóstoles se habían comprometido a ayudar a los pobres, y también se lo pidieron a Pablo, que comenta: “Solo nos pidieron [los apóstoles] que nos acordáramos de los pobres, cosa que siempre he tratado de cumplir” (Gál 2:10).
Los Padres de la Iglesia practicaron y enseñaron a todos los cristianos un amor especial a los pobres como una opción o amor obligatorio. Palabras punzantes: “Quien roba los vestidos a un hombre es un ladrón. Quien no viste al indigente, cuando puede hacerlo, ¿merece otro nombre que el de ladrón?” (San Basilio el Grande).
Formulando dinámicamente la tradición cristiana, Santo Tomás de Aquino habló del derecho de toda persona a una porción de los bienes de la tierra y de la obligación grave de los ricos a compartir con los pobres: los bienes del mundo fueron creados por Dios para todos, y por lo tanto todo ser humano tiene derecho a recibir lo que necesite para vivir una vida digna (cf. GS, 69).
En su misión evangelizadora, la Iglesia opta preferencialmente por los pobres, por quienes son materialmente pobres y los marginados socialmente: “Los cristianos deben levantar su voz por los pobres de nuestro mundo”. La opción preferencial por los pobres implica no solamente ayuda efectiva sino además amor afectivo a ellos, esto es, “acercarse a ellos para que así la mano que ayuda se vea no como una humillante donación sino como un compartir entre hermanos y hermanas; debemos estar seguros de que en cada comunidad cristiana los pobres se sienten en casa” (Juan Pablo II). Esta opción por los pobres “debe penetrar la presentación y el estudio de la verdad cristiana” (Papa Francisco, VG).
¿Qué significa la opción preferencial por los pobres? “Opción” se refiere a la decisión y el compromiso a favor de los pobres; es una opción no opcional sino obligatoria para todos los discípulos de Jesús. “Preferencial” significa la elección de los pobres como prioridad del testimonio cristiano de la justicia y la solidaridad, un testimonio que es necesario para la salvación. “Pobre” comprende a los pobres económica y socialmente –los marginados, los oprimidos, los explotados. (Ciertamente, también se dan “los pobres espiritualmente”; a algunos les gusta mezclarlos –“todos somos pobres”- y de este modo domestican el radicalismo evangélico de la opción preferencial por los pobres).
Podemos decir que las implicaciones de la opción por los pobres son tres: pobreza de corazón (espiritual), un sencillo estilo de vida, y solidaridad con los pobres. Pobreza espiritual, de corazón (cf. Mt 5:3) es un requerimiento del discipulado cristiano, un distintivo de la identidad cristiana que implica el poder de reconocer a Jesús en el pobre.
La pobreza de corazón lleva a un estilo sencillo de vida (cf. Lk 12:22-34; 1 Tm 6:8): “Vivamos sencillamente para que otros puedan sencillamente vivir” (Obispos canadienses); “Nadie puede ser pobre de espíritu mientras vive como un rico” (J. L. Martin Descalzo). Un estilo de vida sobrio conduce a la solidaridad con todos, de modo especial con los pobres y necesitados de la tierra (cf. Ez 16:49; Gál 2:10). Solidaridad significa amor compasivo: estar unido afectivamente a los pobres y compartir algo con ellos.
En Novo Millenio Ineunte (NMI, 2001), Juan Pablo II nos dejó palabras candentes e innovativas -quizás, generalmente ignoradas- sobre la opción preferencial por los pobres: No practicar la opción preferencial por los pobres es una clase de herejía, no contra la ortodoxia sino contra la orto-praxis. El Papa Francisco nos pregunta: ¿Es la pobreza de Jesús nuestra fiel compañera de vida?
Jesús: “Tuve hambre y me disteis de comer…” Señor Jesús, ¡que te sirvamos en los hambrientos y te demos de comer! (FGB).