Hace unos días recibí un mensaje de una amiga mía que me decía que lleva una semana de luto “entregado y glorioso” por la muerte de Chus. Y también: “No paro de dar gracias porque Chus estuvo en mi vida y me enseñó a vivir en gratuidad.” Como esta persona pienso que hay muchas que se han entristecido por la muerte del P. Jesús Villarroel, pero mezclado con este humano sentimiento, también hay gozo y confianza. Y por encima de todo, gratitud porque Chus –para los amigos- nos ha enseñado a vivir la gratuidad.
La vida del P. Jesús Villarroel (5/7/1935-30/82022) ha sido larga y fecunda. No quiero abundar en datos biográficos que pueden encontrarse fácilmente, sino ofrecer una semblanza espiritual, porque esto es lo que nos queda de él. Chus fue bendecido con inmensas cualidades humanas, con un gran encanto personal, cálida bondad y clara inteligencia. Era una persona muy humana e interesada en lo humano. Recuerdo que en una ocasión me dijo que de no haber elegido la vida religiosa hubiera sido político, y me lo dijo con insistencia ¡político! Tal vez pueda sorprender que alguien tan espiritual aspirara a meterse las aguas cenagosas de la política, pero lo que él vivía era una profundo interés por el bien común y tenía una claridad de miras de los objetivos que pueden hacer la vida mejor y más deseable para todos. Chus era un hombre comunitario y sociable. Disfrutaba de la gente y recargaba sus energías en la vida social, pero sus encuentros siempre iban más allá de lo trivial para buscar una dimensión más honda.
Mucho se podría seguir diciendo de su encanto personal, pero el legado que nos ha dejado a todos ha sido su experiencia espiritual que él vivió, sobre todo, en la Renovación Carismática. Durante casi 50 años Chus vivió y transmitió lo que significa la salvación en Jesús como don gratuito. Predicar la gratuidad ha sido para Chus su gran obsesión y preocupación vital. A él la apenaba ver que las iglesias están vacías. “¡Algo debemos estar haciendo mal, cuando las iglesias están vacías! ¿Qué clase de Jesucristo estamos predicando?” Esta es la pregunta que tiene que seguir resonando y que su memoria debe siempre evocar en nosotros: ¿Qué clase de Jesucristo estamos predicando? Hemos visto y comprobado la esterilidad de hablar de un Jesucristo moralista y cansino, que no convence a nadie y que ha dejado vacías a tantas generaciones. ¿No será el momento de hablar del Don de Dios, del Agua Viva, del Buen Pastor que ha venido a que sus ovejas tengan Vida, y Vida en abundancia? Un Jesucristo que se recibe en sencillez y gratuidad, con gozo, como un don. Sólo este evangelio puede darnos la fuerza para transcenderlo todo y cruzar el umbral de la muerte con tanta calma y paz como nuestro querido Chus lo ha hecho. Siempre estarás con nosotros.
Vicente Sánchez O.P.