Hace algún tiempo, un grupo de turistas visitó un pequeño pueblo de la vieja Castilla, que entonces estaba ya medio abandonado y con pocos habitantes. A la entrada, se encontraron con un labrador, a quien preguntaron: “Probablemente pocos niños nacen aquí anualmente” El buen labrador contestó: “Solamente uno cada año: el que ponemos en el pesebre de Navidad, en el Belén”.
La familia sigue en crisis hoy: nivel bajo de natalidad, sobre todo en el Oeste, aumento de divorcios, abortos, y los suicidios asistidos (eutanasia) y no asistidos. Los conceptos tradicionales de matrimonio y familia se han vuelto ambiguos al ser tan diversificados y diferentes: desde las parejas del mismo sexo, a la ideología de género. En España hay una propuesta al congreso de diputados que sugiere que ya no se hable de familia sino de familias: ¡el proyecto distingue 16 clases de familias.
La familia es la célula fundamental de la sociedad, y para la mayoría de la gente, el valor más importante de su vida, por ejemplo, para los chinos y culturas orientales. Para los cristianos, la familia es una realidad sagrada, iglesia doméstica, fuente principal de la fe y los valores esenciales, una comunidad de vida y amor, y “el lugar donde la vida es concebida y cuidada” (Papa Francisco, AL 83). Para nosotros, la Sagrada Familia de Nazaret continúa siendo el icono, la inspiración y la ayuda de nuestras familias.
Hacia el final de cada diciembre, los cristianos celebramos la Fiesta de la Sagrada Familia, y se nos pide adorar al Niño Jesús, venerar a María, su Madre y esposa de José, y venerar también a José, Guardian del Niño, esposo de María y cabeza de la familia de Nazaret.
SIGNIFICADO DE LA SAGRADA FAMILIA
Entre los muchos recuerdos de infancia en mi querido pueblo El Oso (Ávila), y que conservo en mi corazón, sobresale uno en la escuela: una lámina con el cuadro pintado de la huida a Egipto de la Sagrada Familia: María montada en un burro con el Niño Jesús en sus brazos, y José andando y tirando del obediente animal. Nuestro querido maestro Don Jacinto nos explicó el significado del cuadro, de la Sagrada Familia. Recuerdo vivamente que sentí mucha tristeza contemplando a los tres huyendo deprisa de Belén a Egipto. Meditando mucho después sobre el significad de la huida a Egipto, comprendí que la huida a Egipto es un gran símbolo de nuestra vida en la tierra: Cuantas veces nos encontramos dejando a alguien o algo, ¡diciendo “adiós” y caminando hacia otro lugar! Ciertamente, parece que estamos siempre en camino hacia otro destino -que conduce como los demás- hacia el destino final, que es esperanzada y gozosamente el cielo.
Desde Egipto, la Sagrada Familia volvió a su pueblo, a Nazaret. Cuando era un joven dominico, me impactó la meditación maravillosa del Papa Pablo VI en su peregrinación a Nazaret (enero 5, del 1964). Al santo Papa, profundamente afectado, le hubiera gustado volver a su infancia para empezar de nuevo, cerca de María, y aprender la ciencia de la vida, de la sabiduría divina. Pero esto no puede ser, pues “Soy un simple peregrino”. Lo somos todos: peregrinos que caminamos desde Egipto a la tierra prometida, o a Nazaret, o a Manila, o a Madrid, o a Macao. Andando paciente y esperanzadamente con otros peregrinos -como los israelitas, como la Sagrada Familia- a un lugar mejor, hacia una liberación más profunda que va dejado el egoísmo por el amor -por un amor de caridad que ayuda, perdona y comparte.
Hoy, y de la mano de San Pablo VI, continuamos aprendiendo lecciones de Nazaret. Nazaret nos enseña, en primer lugar, sobre vida familiar: su significado, su belleza, su comunión de amor, sus enseñanzas sobre las bases de la vida en sus niveles personal y social. En segundo lugar, Nazaret nos enseña sobre el silencio: sobre el amor al silencio, un hábito admirable y necesario, especialmente hoy que estamos cansados por tanto ruido, por las muchas voces de la agitada vida moderna. El silencio de Nazaret nos advierte de nuestra necesidad de reflexión, de vida interior y orante, y de estar siempre preparados para escuchar la inspiración y enseñanzas de los maestros verdaderos. El Papa Pablo VI nos dice que en Nazaret aprendemos una tercera lección: sobre el trabajo, su importancia en nuestra vida (como lo fue en la vida de José, María y Jesús), su dimensión creativa y redentora; la gran dignidad de los trabajadores. Recordamos hoy la tragedia del desempleo y el creciente número de hermanos y hermanas pobres, causado por “la tempestad de la pandemia” (Papa Francisco) y por las guerra -no solo la de Ucrania, sino también las muchas guerras regionales-, que aumentan el odio y las divisiones entre naciones y ciudadanos.
NUESTRA RESPUESTA
Desafortunadamente, la familia tradicional está hoy en crisis: ¡familias heridas, familias rotas, sin familia…! Sin embardo, también hoy la familia, nuestra familia -representada por la Sagrada Familia de Nazaret- es lo mejor que tenemos en el mundo.
Un gran pintor quería pintar el objeto más hermoso del mundo. Para saber cuál era el objeto más bello, se fue a un gran parque para preguntar a la gente: “¿Cuál es para ti el objeto más bello del mundo?” En primer lugar, preguntó a un soldado, que respondió así: “No hay nada más hermoso que la paz, que vivir juntos en paz”. Después preguntó a una joven pareja, que respondió: “El amor es la cosa más bella del mundo, ya que el amor hace girar al mundo”. En tercer lugar, el pintor hizo la misma pregunta a un sacerdote, cuya respuesta fue la siguiente: “La fe es lo más hermoso del mundo, pues mueve montañas”. Finalmente, el pintor se preguntó a sí mismo: “¿Cómo pinto yo la paz, el amor y la fe?” Y se respondió, “Ya sé cuál es la cosa más preciosa en el mudo: mi familia, mi hogar. Es en ella donde experimento la fe, la paz y el amor”.
Dentro del encantador tiempo de Navidad y frente al pesebre navideño, adoramos al Niño Jesús, y ofrecemos nuestra devoción a María y José; aprendemos de la Sagrada Familia. Y ante ellos, recordamos a todas las familias que sufren, y rezamos en particular por nuestras familias, Inclinando la cabeza o arrodillándonos frente a la cuna de Niño Jesús, aprendemos las lecciones de la verdadera vida familiar, de la necesidad del silencio y de un trabajo digno. Sobre todo, aprendemos la lección perenne del amor: somos amados y amamos.