UNA ESPIRITUALIDAD PARA NUESTRO TIEMPO:
CUATRO CARACTERÍSTICAS
La espiritualidad cristiana hoy intenta evitar dos extremos: el llamado “espiritualismo” (que es individualista y escapista fuga mundo y contemptus mundi: huida y desprecio del mundo) por una parte, y el “activismo” (que es una promoción humana y social desconectada de la oración y la contemplación) por otra parte. En otras palabras, una espiritualidad auténtica trata de evitar una espiritualidad escapista e individualista, y un activismo mundano atiborrado de actividades sociales externas. Muchos cristianos, con mucha otra gente religiosa, intenta seriamente seguir el ejemplo de los místicos, los santos, cristianos ordinarios, que cuanto más unidos están a Dios en contemplación, más comprometidos están con el prójimo, en particular con los pobres y marginados. Ciertamente, los santos son los que renuevan el mundo. Como dijo Gandhi: “El mundo necesita santos, no políticos”.
En este campo, tan rico y complejo, sugerimos cuatro características que quizás debieran estar presentes en cualquier clase de espiritualidad cristiana en el tercer milenio: una espiritualidad centrada en Cristo, mística, liberadora y ecológica.
1.Espiritualidad Cristiana centrada en Cristo, totalmente centrada en Jesucristo: Jesús es el único nombre bajo el cielo que salva a hombres y mujeres (Ac 4:12). Esto es obvio, pero siempre es necesario subrayarlo: los cristianos son seguidores de Cristo. El foco central de la teología espiritual y moral es Cristo, el Camino, la Verdad y la Vida (Jn 14:6) como lo descubre la revelación. Cristo es “el corazón” de la vida cristiana, de la catequesis y de la evangelización (cf. Vaticano II, NAE 2; GS 22; CCC 426-429). Por lo tanto, el valor más grande del ser humano es “la unión con Cristo y en Cristo con el Padre y el Espíritu Santo” (Marti). Jesucristo, el Hijo de Dios y el hombre perfecto es quien nos revela al Padre en el Espíritu. Él revela la persona humana a sí misma y descubre a todos la sublimidad de su vocación. Cristo, “la imagen de Dios invisible” (Col 1:15) revela a la humanidad la dignidad de la persona humana, y así eleva a la naturaleza humana a su máxima dignidad. Además, Cristo, muriendo en la Cruz, revela a todos los hombres y mujeres la gravedad del pecado y su necesidad de un salvador. Cristo Jesús es el Retentor universal. “En Él no hay ni Oeste ni Este; / en Él, no hay ni Sur ni Norte; / sino una gran comunidad de amor / a través de la ancha tierra” (John Oxenham).
- La espiritualidad cristiana autentica es una espiritualidad mística. Hoy en día se da un renacimiento del misticismo y una atracción singular de la vida mística. Esta vida mística no es ni aristocrática ni elitista, que en este caso solo sería posible aparentemente para almas extraordinarias. Es una vida mística que es alcanzable para todos los cristianos fieles, y también para otros creyentes y personas de buena voluntad. Hoy se entiende por vida mística la unión amorosa con Dios a través de Jesucristo, su Hijo único, y por el poder del Espíritu Santo. Como el Vaticano Segundo dejó muy claro: todos los cristianos están llamados a la santidad, esto es, a la unión mística con Jesús, aunque -añadamos- solamente algunas almas reciban gracias especiales o signos extraordinarios de la vida mística, que después de todo no son necesarios, como los mismos místicos afirman repetidamente.
Siguiendo la tradición cristiana, el misticismo suele estar precedido y acompañado por el ascetismo. Escribe Joseph Phan OP: “El ascetismo y el misticismo están tan entrecruzados que nunca se da un estado puramente ascético o un estado puramente místico”.
El progreso espiritual implica ascetismo, mortificación y la experiencia del desierto. Estos pasos nos llevan a abandonar el pecado, a vivir virtuosamente, testimoniar las Bienaventuranzas, y a abrazar -de modo ascendente y cada vez más profundamente- la cruz. Andar por el camino de la cruz que lleva a la perfección es difícil, pero posible. Nos dice San Juan de la Cruz: “El alma no puede poseer ni puede alcanzar esos tesoros [de la sabiduría y el conocimiento escondido en Cristo] a no ser que primero pase por el matorral del sufrimiento exterior e interior”.
- Una espiritualidad integral incluye una dimensión trascendente e inmanente, amor a Dios y amor al prójimo, una experiencia mística y liberadora, contemplación y acción. Es, como explica Simon Chan, ni “una interioridad sin historia” ni “un compromiso sin critica de lo histórico (más frecuentemente, sociopolítico)”. No obstante, un contexto cultural puede centrarse más en una dimensión que en otra. Por ejemplo, en Filipinas la teología acentúa
más su dimensión liberadora mientras que otras culturas asiáticas se centran más en la contemplación.
No puede haber una espiritualidad cristiana autentica si no hay una preocupación y compromiso pon la justicia, una justicia “informada” por la caridad, que es la “forma” de todas las virtudes en este sentido: que la caridad dirige todas las virtudes al fin verdadero. Como está claro en las Sagradas Escrituras, no puede haber verdadero amor sin la justicia. La caridad es el amor de Dios en nosotros y, por lo tanto, nuestro amor como el amor de Dios está dirigido principalmente a los pobres y necesitados, como dice claramente la Biblia. En este contexto, los obispos de Asia escriben: “La búsqueda de la santidad y la búsqueda de la justicia, la evangelización y la promoción de un verdadero desarrollo humano y de la liberación no están opuestos, sino que componen hoy la predicación integral del Evangelio en Asia”. San Juan Pablo II escribió: “Al principio de este siglo el problema que más desafía nuestras conciencias es la pobreza de millones de hombres y mujeres”.
- Sensibilidad ecológica responsable. En un contexto global, el autor de estas líneas subraya una cuarta característica de toda espiritualidad hoy: la teología espiritual escucha los signos de los tiempos. Como el Papa Francisco argumenta claramente en su emblemática encíclica Laudato Si’, un signo inequívoco es una conciencia ecológica responsable. En este contexto, el Papa acentúa repetidamente la conexión de “el grito de la tierra” con “el grito de los pobres”. Lamentablemente, algunos de los grandes gurus sobre el cambio climático parecen dar poca importancia a esa conexión esencial ni tampoco, quizás, a una verdadera ecología integral, que incluye necesariamente la ecología humana. En nuestro mundo rico y consumista, muchos pobres y necesitados sobreviven miserablemente.
Algunos teólogos hablan hoy de una “espiritualidad cósmica”: una vida mística que, centrada en la unión amorosa con Dios, conversa respetuosamente y cuida responsablemente de la naturaleza, acentuando la naturaleza y vida de cada persona humana desde su concepción hasta su muerte natural. Por tanto, una espiritualidad, una teología espiritual auténtica también ayuda a la gente a ser humana, espiritual, social y ecológicamente responsable. (FGB)