RECETA PARA CONSTRUIR LA PAZ
---FAUSTO GOMEZ OP
Como seres humanos, como ciudadanos de una nación y del mundo, como cristianos, nuestra humanidad y nuestra fe nos comprometen a construir la paz: a tener paz en nuestra vida y a promover la paz social en el mundo. Todos los humanos deseamos la paz dentro y fuera de nosotros, y por tanto -como añade Santo Tomas-, “deseamos conseguir lo que deseamos”. El trabajo por la paz significa usar continuamente los medios pacíficos para construir la paz.
En perspectiva humana, los hombres y las mujeres del mundo trabajan por la paz. Los creyentes de todas las religiones, en particular, están llamados a ser artesanos de la paz, “trabajar juntos por el bien común y la promoción de los pobres” (el Papa Francisco).
En perspectiva cristiana, la paz es un regalo de Dios y una tarea para sus hijos e hijas. Es una gracia de Dios, a través de Jesucristo, y una responsabilidad de todas las personas de nuestro mundo. La paz es una de las bienaventuranzas y fruto del Espíritu Santo.
- TEN PAZ CONTIGO MISMO Y CON DIOS
Para estar en paz con otros, debo estar en paz conmigo mismo, esto es, debo tener paz personal: La paz empieza en nuestros corazones (San Pablo VI). Si no tengo paz interior no puedo dar paz a los demás – como un cristiano está llamado a hacer (cf. Lc 10, 5-6). Para conseguir paz interior, los apetitos desordenados, las malas inclinaciones, los vicios deben estar básicamente pacificados. Como proclama la letra de una conocida canción, que haya paz en la tierra, y que comience conmigo.
Para tener paz en mí, yo -pecador- necesito estar en paz con Dios, ya que el pecado es división, ruptura, oscuridad: necesito arrepentirme para ser perdonado por el buen Dios. Tengo que estar en paz con Jesucristo: Porque creemos que Cristo es nuestra paz, podemos llamarnos cristianos solamente si nuestras vidas manifiestan a Cristo por nuestra propia paz (San Gregorio de Nisa). Recuerdo las palabras de San Serafín: Adquiere paz interior y miles junto a ti encontrarán liberación.
- TEN PAZ CON TU FAMILIA INMEDIATA Y COMUNIDAD
Así como el amor al prójimo se practica en primer lugar con los más cercanos, así también la paz social debe practicarse, en primer lugar, estando en paz con los miembros de mi familia, de mi comunidad, de mi profesión.
Para ser un pacificador como miembro de la comunidad, debo ser respetuoso, honesto, paciente, no violento en pensamiento, palabra y obra; y debo perdona a quienes me ofenden. Debo ser dialogante, no dogmático; democrático, no autoritario; abierto, no encerrado en mí mismo.
- EN TU COMUNIDAD, SÉ CONSTRUCTOR DE PAZ
San Pablo nos aconseja: “Ten paz con todos” (Rom 12:18).
Este es el camino del pacificador: desde dentro de sí mismo hacia fuera; desde su pequeña comunidad hacia una comunidad grande; desde su país hacia la región, hacia el mundo desde su parroquia hacia la diócesis y hacia la iglesia universal.
Con todos los hombres y mujeres de buena voluntad, debo promover la paz pacíficamente. Debo promover con otros la justicia, los derechos humanos -iguales en todas las personas-, un desarrollo integral y la integridad de la creación. Debo caminar por los senderos de la justicia y la solidaridad, por los senderos de las virtudes.
- TEN PAZ CON TODA LA CREACIÓN
La persona humana es un microcosmo, esto es, un individuo único, un ser racional y libre. La persona humana es también miembro del macrocosmo, o sea, una criatura del universo. Criatura de Dios, la persona humana es cocreador con Dios y bajo el buen Dios.
Como criaturas de Dios y del universo, todos los seres humanos están obligados a respetar y mejorar la creación y a no a explotarla irresponsable y dictatorialmente. Recuerdo las palabras significativas del Venerable Fulton Sheen: La basura moral es causa de la basura ecológica.
Mujeres y hombres comprometidos por la paz, y los creyentes en particular, están llamados a concienciar a la gente de su grave responsabilidad ecológica (alejada de ideologías esclavizantes), y trabajar juntos por un compartir -por todos los seres humanos y comunidades- de la herencia común que es la tierra, casa global común.
Vivir en paz con la creación implica vivir en paz con Dios: Si el hombre y la mujer no están en paz con Dios, tampoco la tierra está en paz (San Juan Pablo II).
- COMPARTIMOS ALGO CON LOS POBRES
No puedo amar a Dios sin amar al prójimo (cf. 1 Jn 4:7-20). Y no puedo amar al prójimo sin amar al prójimo pobre de modo singular (cf. Mt 25: 31-36).
En nuestro mundo, oímos frecuentemente gritos llamando nuestra atención a cuidar de modo singular de las especies vivientes que están amenazadas a desaparecer. Como nos recuerda Leonardo Boff, la especie más amenazada son los pobres. Nuestra humanidad y nuestra fe nos llaman a cuidar de modo principal de ellos con ellos.
No olvidemos que Cristo es -de manera especial- este y aquel pobre: “Porque tuve hambre y me disteis de comer… Lo que hicisteis a uno solo de estos, mis hermanos menores, a mí me lo hicisteis” (Mt 25:35 and 40). Recuerdo las palabras aleccionadoras de los obispos canadienses: Vivamos con sencillez para que otros puedan sencillamente vivir.
- REZAMOS POR LA PAZ
Paz interior y paz exterior son regalos de Dios que nos urgen a cooperar juntos por la paz. Y para ello -considerando muestra sabida debilidad- necesitamos rezar por la paz: La paz nos da alegría espiritual, paz en el corazón (San Juan Crisóstomo).
La oración, la meditación, la contemplación -con el arrepentimiento y la compasión- son elementos efectivos para profundizar y fortalecer nuestra paz interior. A través de una oración genuina, nuestra comunión con Dios y con el prójimo mejora, e igualmente la paz exterior como efecto del amor a Dios y a todos los prójimos, en especial a los pobres de la tierra.
Los cristianos rezamos por la paz en la celebración eucarística y nos ofrecemos mutuamente un signo de paz. Siguiendo a Jesús, que se hizo nuestro Pan de Vida, pedimos al Señor que nos dé “nuestro pan de cada día”, esto es, pan para nosotros y para todos, sobre todo para aquellos hermanos y hermanas que no tienen pan. Pedimos, también a María y a los santos que nos echen una mano para fortalecer nuestro compromiso por la paz, para practicar la paz.
Como peregrinos solidarios por el camino de la vida, como familia humana y cristiana, prediquemos convincentemente el Evangelio de la justicia, el amor y la paz. Cerramos con las palabras alentadoras del profeta Isaías:
Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la buena nueva, que pregona la victoria, que dice a Sion: ¡Ya reina tu Dios! (Is 52:7). (FGB)