LA FAMILIA CRISTIANA Y LA VIDA
La familia es la célula básica de la sociedad. La familia cristiana, además, es una iglesia doméstica, y -con otras familias- testigo y promotora de la dignidad y santidad de toda vida humana. Como comunidad de vida y amor, la familia cristiana contribuye con otras familias y asociaciones apropiadas a la defensa y promoción de la cultura de la vida.
Nuestro Señor Jesucristo es “el amante de la vida” (cf. Sab 11:26). Para sus discípulos, la familia es santuario de la vida, esto es, “el lugar donde la vida -regalo de Dios- puede ser propiamente bienvenida y protegida contra los muchos ataques a los que está expuesta, y puede crecer con un auténtico crecimiento humano” (Juan pablo II, Evangelium Vitae). Añade el Papa Francisco: “si la familia cristiana es el santuario de la vida, el lugar donde la vida es concebida y cuidada, es una contradicción tremenda cuando se convierte en lugar donde es rechazada y destruida” (Amoris Laetitia).
El papel de la familia en la promoción de una cultura de la vida es “decisivo e irremplazable. La familia cristiana está llamada a “proclamar, celebrar y servir a la vida” (Juan Pablo II).
Las parejas cristianas están llamadas a proclamar la vida siendo conscientes del verdadero significado de la procreación, que nos revela que la vida humana es “un regalo recibido, y encaminado a darlo como un regalo.” Con el buen Dios, los padres dan origen a una nueva vida. Como cristianos, ellos practican una paternidad y maternidad responsables. La familia cristiana proclama el Evangelio de la Vida, parte esencial del Evangelio de Jesús, concibiendo y educando a sus hijos/hijas en los valores humanos y cristianos, y en las virtudes, y en la fe y moral cristianas. Los padres enseñan a sus hijos/as, en particular, y progresivamente, el sentido de la vida, la salud, el sufrimiento y la muerte.
Su fe en Jesús, pide a la familia celebrar la vida a través de la oración diaria y la plegaria familiar. Ciertamente, la familia que reza unida sigue unida. La familia cristiana en particular esta llamada a celebrar la vida dando gracias a Dios por el precioso regalo de la vida misma, escuchando su Palabra, participando en la Eucaristía del domingo y recibiendo el perdón y la gracias para perdonar en el Sacramento de la Reconciliación. En su Exhortación Apostólica Rosarium Virginis Mariae, San Juan Pablo II recomienda encarecidamente el rezo del Rosario, oración de y para la familia: “Necesitamos volver a la práctica de esta oración familiar y oración por las familias, siguiendo con el rezo del Rosario”.
La familia celebra la vida a través de la vida diaria de sus miembros - “si es una vida de amor y entrega personal”. Los miembros de la familia son también “personas de vida y personas por la vida”. Además, la familia cristiana celebra la vida ayudando a otras familias a celebrar la vida.
Servir a la vida es la tercera tarea de la familia, de la familia cristiana: servir a la familia por la solidaridad dentro y fuera de la familia propia. Esta solidaridad se manifiesta en un atento y amable cuidado. Esta solidaridad debe ser integral, que se expresa también en la participación -en unión con otras familias y asociaciones familiares- en la vida social y política. Unidas unas a otras en redes familiares, las familias trabajan por leyes justas -leyes que protejan y promuevan la dignidad de la familia y sus derechos, incluido “el derecho a la vida desde su concepción hasta su muerte natural” (Evangelium Vitae).
La familia sirve en primer lugar a todos los miembros de la misma familia (“la caridad comienza en casa”), más en particular a los más necesitados de apoyo, que son los niños y discapacitados, y las personas mayores. En nuestras sociedades, generalmente consumistas y seculares, en “el mundo” (según San Juan Evangelista) parece que las personas mayores son consideradas -cada vez más- cargas inútiles, candidatos a lo que el Papa Francisco llama “cultura del desecho”. El Papa Argentino dice: “La familia protege la vida humana en todas sus etapas, incluida la última” (Amoris Laetitia). Juan Pablo II, por su parte, afirma lo siguiente: Las familias cristianas “deben mostrar gran respeto y amor por las personas mayores, que son “fuente de sabiduría y testigos de esperanza y amor”. El Papa Polaco añade: Nuestras personas mayores merecen una vida digna y una muerte digna.
Servir al Evangelio de la Vida implica, además, servir a otras familias, sobre todo, a las familias necesitadas. En su Familiaris Consortio, el Papa Juan Pablo II pide a las familias hacer una opción -o amor- preferencial por las familias pobres y marginadas: “El apostolado de la familia será mas amplio, a través de la caridad espiritual y material, hacia las familias, especialmente hacia aquellas que más necesitan ayuda y apoyo: los pobres, enfermos, personas mayores, discapacitados, huérfanos, esposas -o esposos- abandonadas, madres solteras y madres-en-camino en situaciones difíciles que las pueden tentar a recurrir al aborto, etcétera.”
La vida humana posee esencialmente una dignidad única. Dignidad humana significa una dignidad fundamental y esencial, una dignidad que es igual en todos y cada uno de los seres humanos, y que no puede perderse. Ella implica necesariamente la posesión de derechos humanos, empezando por el derecho básico a la vida: “Antes que el derecho a la libertad está el derecho a la vida, que es inalienable e inviolable” (Elio Sgreccia).
Para defender y promover el indivisible derecho a la vida. humanistas y creyentes apelan a lo que se llama en bioética una ética consistente de la vida, simbolizada para los cristianos por la túnica sin costuras que nuestro Señor Jesucristo tenía antes de ser crucificado: al pie de la cruz, los soldados no cortaron su túnica para no estropearla. Similarmente, la vida humana, cada vida humana no debe ser terminada -no debe cortarse- ni a su principio ni a su fin. De aquí se sigue que toda vida humana debe respetarse desde el momento de su concepción (contra el aborto) hasta el momento de su muerte natural (contra la eutanasia y le pena de muerte), y entre su principio y su fin natural. Subrayamos lo siguiente: la Iglesia, la Comunidad de Discípulos de Jesús, defiende y promueve igualmente -y esto debe enfatizarse-, una vida digna para todos, entre su inicio y su fin naturales.
La familia es una comunidad de vida y amor. El amor (la caridad) es el valor de la vida. Y la tarea de todos es -en particular de la familia y sus miembros- construir la civilización del amor. (FGB)