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Para una reflexión en torno a la espiritualidad dominicana

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La pregunta por la espiritualidad es la pregunta por la identidad, porque la pregunta “quién soy” posiblemente sólo pueda ser respondida desde la interioridad individual de quien se la formula. Todas las ciencias humanas ofrecen sólo respuestas fragmentadas y fragmentarias sobre el hombre. Posiblemente sólo sea la espiritualidad la única capaz de ofrecer una visión integral e integradora sobre la identidad más profunda de cada ser humano. 

La espiritualidad o una vida espiritual no se agota en la religión. La vida espiritual tiene un alcance que trasciende todo fenómeno religioso. No es posible hacer sinónimas las palabras “espiritualidad” y “religiosidad”. Posiblemente sean muchos los fenómenos religiosos que carezcan de una espiritualidad. Pero el fin de toda religión debe ser la espiritualidad. La religión nos une a la divinidad y nos abre al sentido de la trascendencia. Unión con la divinidad y apertura al sentido de la trascendencia es lo que caracteriza una actitud espiritual, una espiritualidad. 

La espiritualidad cristiana es la expresión de la acción del Espíritu Santo en la vida de una persona. Esta acción del Espíritu de Dios en cada uno hace posible, por un lado, la unión con Dios y la apertura a su misterio. Y, por otro lado, la acción del Espíritu Santo en una persona hace posible en ella la filiación (ser y sentirse hijo de Dios) y la fraternidad (ser y sentirse hermano de todos) como las dos expresiones fundamentales de una vida auténticamente espiritual, de una vida en el Espíritu de Dios. Filiación y fraternidad, en el marco de una espiritualidad cristiana, deben ser vividas en y por Hijo Jesús. Jesús es Hijo de Dios por naturaleza. Nosotros somos hijos de Dios por gracia, pues hemos sido adoptados en el Hijo Jesús. 

No es posible plantear una espiritualidad dominicana al margen de una espiritualidad cristiana. La espiritualidad dominicana siempre estará llamada a ser una forma de espiritualidad cristiana con una especificidad concreta. Esta especificidad no es otra que el carisma y la gracia de la predicación. Dicho de otro modo, la espiritualidad dominicana nace de la gracia de la predicación. 

La gracia y el carisma de la predicación le fueron dados a Santo Domingo. De ahí que toda espiritualidad dominicana debe tener como punto de partida el camino espiritual recorrido por Santo Domingo. Este camino espiritual de Santo Domingo es lo que podríamos llamar “el tronco común” cuya savia alimenta todas las manifestaciones posibles de espiritualidad dominicana como espiritualidad de la predicación. 

Los primeros biógrafos de Santo Domingo –de una manera especial el Maestro Jordán de Sajonia- nos trazaron un perfil biográfico de Santo Domingo desde el que nos es posible seguir el camino espiritual de Santo Domingo. Este camino espiritual tiene varias etapas que podríamos esquematizar de la siguiente manera: 

  1. Nacimiento y núcleo familiar: primer contacto de Santo Domingo con Dios. Su familia fue su primera escuela de espiritualidad y de santidad. 
  2. La experiencia de Gumiel de Izán: Santo Domingo, siendo todavía un niño, es confiado a su tío, el arcipreste de Gumiel de Izán. Es el primer contacto con el mundo eclesiástico desde dentro. 
  3. La experiencia de Palencia: el descubrimiento del valor del estudio como apertura al conocimiento y el descubrimiento de la compasión y de la misericordia como actitudes que unen a Dios. Ante la miseria con la que se topa, Santo Domingo vende sus libros –libros que al ser escritos en pergamino son costosísimos- y de esa manera socorre a los pobres. 
  4. La experiencia del Cabildo de Osma: en este contexto Santo Domingo experimenta las bondades de la vida regular, de una vida normada por una regla que es un proyecto de vida. En ese proyecto de vida profundiza su vida de oración y de unión con Dios a través de la lectura de la Sagrada Escritura y de los Padres del desierto, principalmente el libro de las Institucionesy de las Colacionesde Juan Casiano. Según el Maestro Jordán, a través de este ejercicio de lectura orante Santo Domingo alcanza la pureza de corazón. 
  5. La experiencia del viaje con el Obispo Diego: en el Cabildo de Osma, a través del silencio, de la oración y del estudio, Santo Domingo adquiere la sensibilidad suficiente para percibir las grandes necesidades de la Iglesia de su tiempo. Al cruzar el sur de Francia y el norte de Italia, Santo Domingo descubre que la gran necesidad de la Iglesia es la predicación. Desde ese momento concibe la idea de fundar una Orden que se llamase y fuese de predicadores. 
  6. La fundación de la Orden de Predicadores: el camino espiritual de Santo Domingo alcanza su punto culminante en la fundación de la Orden. Santo Domingo se sabe enviado a vivir la gracia de la predicación según el modelo de la vida apostólica. El éxtasis en San Juan de Letrán, en el que San Pedro le entrega un báculo y San Pablo le entrega un libro, al tiempo que le dicen ve y predica porque para esto te ha escogido el Señor, es el punto culminante del camino espiritual de Santo Domingo. 
  7. La dispersión de los primeros frailes: después de la fundación de la Orden Santo Domingo envía a sus frailes con un proyecto bien definido: predicar, estudiar y fundar conventos. Santo Domingo muere antes de que la Orden cumpla cinco años de fundada. Este dato es especialmente significativo y da de sí para pensar que la Orden de Predicadores es el fruto del camino espiritual recorrido por Santo Domingo. 

La síntesis de la espiritualidad dominicana se encuentra en el parágrafo IV de la Constitución Fundamental de la Orden de Predicadores, pues en ella se explicitan los elementos fundamentales que integran esta espiritualidad: § IV.– Y, puesto que nos hacemos partícipes de la misión de los Apóstoles, imitamos también su vida según el modo ideado por Santo Domingo, manteniéndonos unánimes en la vida común, fieles a la profesión de los consejos evangélicos, fervorosos en la celebración de la liturgia, principalmente de la Eucaristía y del oficio divino, y en la oración, asiduos en el estudio, perseverantes en la observancia regular. Todas estas cosas no sólo contribuyen a la gloria de Dios y a nuestra propia santificación, sino que sirven también directamente a la salvación de los hombres, puesto que conjuntamente preparan e impulsan la predicación, la informan y, a su vez, son informadas por ella. Estos elementos, sólidamente trabados entre sí, equilibrados armoniosamente y fecundándose los unos a los otros, constituyen en su síntesis la vida propia de la Orden: una vida apostólica en sentido pleno, en la cual la predicación y la enseñanza deben emanar de la abundancia de la contemplación. 

De este modo, los elementos que conforman la vida de la Orden –y la espiritualidad es esencialmente una vida, un modo de ser- son; la vida común, la profesión de los consejos evangélicos, la sagrada liturgia y oración, el estudio y la predicación. Estos elementos tienen que estar sólidamente trabados entre sí, equilibrados armoniosamente y fecundándose los unos a los otros. Sólo así constituyen en su síntesis la vida propia de la Orden. 

La espiritualidad dominicana nace del carisma y de la gracia de la predicación. En el suelo fértil de la vida común, armónicamente vivida a través de la observancia de los consejos evangélicos, CONTEMPLAMOS la Palabra en el estudio y la oración, CELEBRAMOS esta Palabra en la liturgia, principalmente en la Eucaristía y el 

Oficio Divino, y PREDICAMOS la Palabra a través de las distintas formas que nos ofrece el amplio abanico de posibilidades de predicación en la Orden. 

Palabra contemplada, Palabra celebrada y Palabra predicada es el corazón mismo de la espiritualidad dominicana. 

Fr. Angel Villasmil, OP