Proceso de Formación
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Este es el primer paso del itinerario para quienes desean ingresar en la Orden de Predicadores y poseen las inquietudes vocacionales sobre la vida religiosa dominicana en nuestra provincia.
Este periodo es fundamental para que el candidato conozca nuestro modo de vida, y para que nosotros tengamos la oportunidad para conocer a cada uno de los candidatos, sus cualidades e intenciones.
Quienes decidan comenzar este proceso tendrán una serie de encuentros con el promotor vocacional de la provincia en el país de origen por un periodo de 6 meses a 1 año.
Al concluir este periodo se evaluará si el candidato posee las características necesarias para comenzar la siguiente etapa del discernimiento vocacional.
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En esta etapa el Maestro de Prenovicios, junto con su socio y la comunidad formadora, guiarán a los candidatos a familiarizarse con nuestra forma de vida preparándolos humana y espiritualmente. El candidato profundizará en su conocimiento propio como persona, sus virtudes y limitaciones. También cuidará su vida de oración, de fe y de actitudes cristianas.
Esta etapa ayuda al candidato en el discernimiento de su capacidad para continuar o no en su formación y para vivir según nuestra forma de vida. Y los formadores de la Orden tienen la oportunidad de conocer y evaluar si los candidatos son aptos para su ingreso en la Orden de Predicadores.
Esta etapa se divide en dos momentos, el Primero de ellos se realiza en el país de origen del candidato por un periodo de 6 meses a 1 año. El segundo periodo se realiza en Hong Kong donde damos un énfasis especial al estudio del inglés ya que va a ser la lengua franca durante el proceso de formación. Y al mismo tiempo los candidatos tienen su primer contacto con la realidad internacional y multicultural de la Provincia. Esta etapa se prolonga por un periodo de 9 meses.
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El noviciado es el tiempo de prueba en el cual los novicios descubren la autenticidad de la llamada o vocación propiamente dominicana, y son introducidos paulatinamente a las observancias regulares. En el proceso de discernimiento el fraile dominico ha de llegar a conocer la sustancia de lo que implican los consejos evangélicos: de obediencia, pobreza y castidad, que ha de observar toda su vida.
Considerando que la Provincia de Nuestra Señora del Rosario mantiene presencias en once países distintos, con grande diversidad lingüística y cultural, los novicios han de asumir esta realidad y el compromiso de la misión “ad gentes” manifestando expresamente su disposición para ser asignados por el Superior a cualquiera de las presencias, y en obediencia, estar dispuesto a aceptar la asignación.
Al finalizar esta etapa, el Maestro de Novicios, su socio y la comunidad formadora, evaluarán la idoneidad y recta intención de los novicios para ser admitidos a la primera profesión simple en la Provincia Nuestra Señora del Rosario de la Orden de Predicadores. Quienes sean aceptados, podrán hacer la primera profesión por uno, dos o tres años. Esta etapa está comprendida en 1 año canónico.
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El estudiantado es la etapa más prolongada del proceso de formación inicial. En este periodo los frailes cursan los estudios institucionales de filosofía y teología.
El Maestro de Estudiantes, junto con su Socio y la comunidad formadora ayudan tanto en la formación como en el discernimiento de la preparación de los frailes profesos para abrazar la vida sacerdotal o como hermanos cooperadores.
En esta etapa también se enfatiza el estudio y la lectura de los documentos de la Orden de Predicadores y del Magisterio de la Iglesia sobre la vida consagrada y sacerdotal, sin descuidar otros temas de actualidad que capaciten a los frailes para su futuro ministerio, en conformidad con el carisma de la Orden y de la Provincia. A su vez, según las capacidades y las posibilidades, los frailes estudiantes se iniciarán en múltiples actividades pastorales.
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HISTORIAS VOCACIONALES
Province of Our Lady of the Rosary
Me llamo César; nací en Timor Oriental el 11 de enero de 1994. Durante la guerra civil entre Indonesia y Timor Oriental, el ejército Indonesio tomó el control sobre el territorio y muchos niños fueron privados de educación. La guerra ocasionó que muchos niños quedaran huérfanos. Recuerdo que el ejército de Timor Oriental, mis padres y yo nos escondimos en las montañas para salvaguardarnos. Mis padres estaban preocupados por mi futuro ya que yo tenía alrededor de 6 años de edad y no había iniciado mis estudios. Mi padre, intentando buscar una solución para que yo iniciara mi educación, pensó en mitío que estaba trabajando en el Colegio de los Salesianos, y que a su vez, era una persona de confianza y responsable.
Comencé mi primer grado de primaria cuando tenía cerca de 7 años. Ese fue un momento en que sentí felicidad en mi vida porque esa escuela era el único lugar donde podía expresar mis sentimientos y compartir mis sueños con mis amigos. Durante los seis años de primaria traté de dar lo mejor de mí, estudiar duro, hacer mi tarea a tiempo, tratando de ser un buen estudiante en la escuela. Sin embargo, algunas veces me sentía triste porque mis padres estaban lejos de míya que los conflictos entre Timor Oriental y los invasores no habían acabado y, por tanto, mis padres no podían venir a visitarme con frecuencia. En 2002 nuestro país se hizo independiente, y mis padres dejaron la montaña para vivir en la ciudad; pero yo no viví con ellos, nosotros vivimos en una ciudad diferente.
Al llegar al sexto grado, uno de mis profesores sugirió a mis padres que yo podría continuar mis estudios en el seminario menor Salesiano Don Bosco. A mis padres les pareció una buena opción para mí. Yo me sentí feliz con tal decisión. En mi primer año de estudios de bachillerato comencé una devoción a Nuestra Señora la Virgen María. Desde entonces he rezado siempre la siguiente oración:
“Oh Virgen María, Tú la madre más amada,ven en mi ayuda y dame una idea y conocimiento para que yo pueda dar lo mejor de mí mismo frente a mis hermanos, las personas con las que vivo.”
Después de mi graduación de la secundaria conocí una hermana de Maryknoll, quien me invitó a unirme al grupo juvenil Dominicano. En las reuniones del grupo, escuché sobre la espiritualidad dominicana, el lema «Veritas» y la vida basada en el estudio, la oración, la comunidad y la misión, todos esos elementos me conmovieron. Desde ese momento me interesó mucho la vida religiosa. Después de eso, sentí como fuego en mi corazón. Realmente quería ser Dominico. Finalmente, decidí unirme a ellos el 4 de enero de 2016.
Province of Our Lady of the Rosary
Me llamo Mark. Nací en Corea del Sur, en 1988. Cuando era niño, siempre que veía a los monaguillos que asistían al sacerdote en el altar, deseaba ser el que celebraba la Misa. A la edad de nueve años comencé a ir a la iglesia todos los días y me convertí en acólito.
Cuando estudiaba en la escuela secundaria, un seminarista diocesano me invitó a unas reuniones vocacionales. Esas reuniones se llevaban a cabo en la iglesia local una vez al mes y asistían muchos estudiantes. En el 3er grado en la escuela intermedia no me fue bien en mis estudios, y la maestra me aconsejó que me pasara a la escuela secundaria técnica. No me gustaba esa escuela porque si me matriculaba en ella no podría pedir entrar en el seminario diocesano. Viví momentos casi de desesperación. Sin embargo, recé y estudié mucho, así que finalmente logré ingresar a la escuela secundaria para estudiar humanidades.
En 2007, me preguntaba si debería ser sacerdote diocesano o sacerdote religioso. No sabía mucho sobre cada una de estas dos formas de vida. Para entonces, siguiendo las recomendaciones del párroco, presenté mi solicitud al seminario diocesano. No me aceptaron. Me sentí tan avergonzado que no quería que nadie me viera, ni siquiera mi familia. Con este sentimiento, necesitaba alejarme por un tiempo. Pensando en qué hacer, recordé que los frailes dominicos tenían una casa de retiro en Ansan; me puse en contacto con ellos y les pregunté si podía vivir allí por un tiempo. Estuvieron de acuerdo y me pidieron que hiciera algunas tareas.
Ese año tuve que alistarme en el servicio militar por 2 años. Durante ese tiempo pensé mucho en mi vocación. A menudo le pregunté a Dios: "¿Por qué me das tantos sufrimientos y pruebas?"“¿Por qué, Dios, me rechazas? (Sal 88, 14). Después de terminar el servicio militar, fui nombrado sargento. ¡Adquirí mucha experiencia en la vida! Así que decidí trabajar un año más en el servicio militar para ganar dinero y con ese dinero pagar algunos estudios teológicos que me ayudarían a prepararme para tomar nuevamente el examen de ingreso en el seminario.
En 2011, mi párroco me forzó a presentarme nuevamente al seminario diocesano, pero necesitaba descansar y pensar seriamente en mi vocación. Con todo, me inscribí en el seminario diocesano sin éxito. Más tarde, debido a mi salud, me trataron en el hospital durante tres meses.
Finalmente, decidí ir a la universidad para estudiar administración de empresas. Quería trabajar en empresas de marketing y publicidad. Decidí olvidarme del sacerdocio. En la Universidad, la mayoría de los estudiantes eran más jóvenes que yo. Tenía 25 años y mis compañeros tenían alrededor de 19 o 20 años. Obtuve una beca en cada semestre. Después de graduarme, presenté mi solicitud a algunas empresas y tres empresas querían que me uniera a ellas. Durante este tiempo, conocí a mucha gente y aprendí muchas cosas. Como dice el proverbio: “Nadie es demasiado viejo para aprender".
El Padre Tomás More, uno de los sacerdotes dominicos, me llamó un día. Me habló de la vida dominicana. Me dijo: “La gente no sabe cuándo llegará la oportunidad. Si no eliges esta oportunidad, puede que no se te presente otra.” No sabía qué hacer si aceptar su invitación porque no quería engañarme a mí mismo y terminar sufriendo; sin embargo, debo confesar que en lo más profundo de mi ser, la idea de ser sacerdote no había muerto. La invitación de Fr. Tomás More revivió mis ilusiones de nuevo. Y hubo algo que me hizo dar ese paso, recordé aquellos días en Ansan y la vida cotidiana de los frailes. Me di cuenta de que amaba la vida comunitaria, descubrí mi vocación.
Al final fui aceptado como aspirante en la Orden de Predicadores en la Provincia de Nuestra Señora del Rosario. Grité de alegría porque estaba realmente muy feliz. Me dije a mí mismo: “Dios me ha dado una nueva oportunidad.” Renuncié a todo y me uní a los dominicos el 2 de agosto de 2015 en Corea del Sur.
La vida dominicana me ha ayudado a conocer y a amar a cada uno de mis hermanos por lo que son, con sus virtudes y limitaciones. Traté de ver los méritos de los demás y eso no fue fácil. Antes de ir a Singapur a estudiar inglés por unos meses tenía miedo de ir al extranjero.
En abril de 2016, llegué a nuestra comunidad en Singapur unos días después que mis hermanos porque estaba enfermo y me hospitalizaron. Mi vida en Singapur no fue fácil. Me desafié a mí mismo a sobrevivir allí porque no podía hablar inglés, solo podía decir estas dos frases: "Sí, padre"o "está bien, Padre". Eso era realmente un problema. Ahora puedo hablar en inglés, aunque sé que todavía no es tan perfecto como debiera serlo.
Al comienzo del Noviciado recibí el hábito dominicano, y durante ese año aprendí sobre la vida de Santo Domingo, las Constituciones de la Orden de Predicadores, la Historia de la Provincia de Nuestra Señora del Rosario, etc. Me gusta la vida comunitaria sobre todo su entorno internacional, ya que vivo con hermanos de diferentes países. Percibo siempre la comunidad como mi familia. Aunque venimos de entornos culturales muy diferentes, todos somos hermanos y formamos una sola familia. Esta es la primera vez que tengo tal sentimiento en mi vida. Esta hermandad me ha impresionado mucho.
Recientemente hice mi profesión simple. Con ese paso me convertí en un fraile dominico. Es el comienzo de una nueva vida. Al comenzar mi nueva etapa como estudiante en Macau pongo todas mis esperanzas en el futuro. Estoy siguiendo los pasos de Santo Domingo de Guzmán. Mi viaje no ha terminado sino que acaba de empezar. Mi historia continúa. Estoy caminando en los pasos del Señor Jesucristo.
Province of Our Lady of the Rosary
Me llamo Andre. Nací en Timor Oriental en 1996. Debo decir que mi vocación a la vida religiosa comenzó en mis primeros años en la escuela. Estudiábamos matemáticas, ciencias físicas básicas, geografía, portugués y Tetun, que es nuestro idioma nacional. También asistíamos a clases de catequesis. En el comienzo de mi vida mi sueño era terminar la escuela secundaria y poder seguir estudiando en la Universidad.
Continué estudiando en la escuela secundaria, supervisada por nuestro párroco, cerca de mi casa. Como la escuela pertenecía a la diócesis, todos los estudiantes teníamos que participar en las actividades de la parroquia, como el coro, sirviendo en el altar como monaguillos, o siendo miembro de algún otro grupo de la parroquia. En estas actividades llegué a conocer mejor mi parroquia y me volví muy activo en la Iglesia. Esta experiencia me formó como persona.
Mi párroco envío a algunos de los seminaristas diocesanos a todas las parroquias de la diócesis a hacer su experiencia pastoral una vez al mes. Tengo que decir que mi vocación sacerdotal comenzó desde aquí. De hecho nunca antes había pensado en mi futuro ni en mi vocación religiosa. Los seminaristas organizaron un grupo vocacional y algunas clases de catequesis. Ellos compartieron sus experiencias como seminaristas y muchas otras cosas sobre la vida consagrada. Un hermano, muy afable y muy cercano a los jóvenes, organizó a la juventud de mi parroquia y trató de formar un grupo vocacional en mi parroquia. Muchos de nosotros nos unimos a él.
Convenimos en reunirnos una vez al mes para compartir experiencias y conocernos mejor, para discutir temas relacionados con el sacerdocio y, lo más importante para mí, para saber algo sobre la vida consagrada. Durante este período de experiencia, traté de estar presente en todas las reuniones mensuales.
Cuando tuve la confianza suficiente para decidir continuar este itinerario de mi vocación, me presenté para la selección de los candidatos de nuestra parroquia para el ingreso al examen en el seminario menor. Estudiamos todo lo que pudimos para ser aceptados. Como resultado, cuatro de nosotros aprobamos el examen.
Durante aquellos tres años, tuve que dejar mi hogar para vivir con mi tía porque en mi ciudad natal no había escuelas secundarias superiores. Durante el tiempo que viví con ella solo podía ir a ver a mi madre y mis hermanos una vez cada tres o cinco meses.
El final de mi escuela secundaria superior estaba cerca, y no tenía ni idea de lo que debía hacer luego, aparte de ir a la Universidad. Sucedió que un día una hermana de Maryknoll comenzó a hablar sobre la vida de Santo Domingo de Guzmán y de la Orden de Predicadores (OP). Como resultado, muchos de nosotros nos presentamos a ella para saber más sobre los dominicos. A medida que pasaba el tiempo, deseábamos ir a la casa de los dominicos en Dili para así conocer mejor a los frailes dominicos.
Mis hermanos de sangre no querían que me uniera a la Orden porque querían que estudiara en la Universidad. Pero cuanto más conocía a la Orden de Predicadores y la vida de los frailes dominicos, más fuerte era mi deseo de unirme a ellos, a pesar de la oposición de mi familia.
Cuando llegó el momento del examen de entrada en la Orden de Predicadores recibí una llamada de mis compañeros invitándome a tomar el examen. Esta vez también tuvimos que hacer un gran esfuerzo porque éramos alrededor de veinte candidatos y se oía que sólo cinco podían ser aceptados. Con la gracia de Dios, yo fui uno de ellos. Fui aceptado en la Provincia de Nuestra Señora del Rosario.
Estaba rebosante de felicidad pero al mismo tiempo preocupado porque tenía que decirle la noticia a mi familia, que todavía estaban un poco opuestos. A pesar de esto, al ver mi determinación y mi disposición para ello, tuvieron que aceptar mi decisión.
Aquí estoy ahora como hermano dominico. He decidido entregar mi vida a Dios, si tal es Su voluntad para conmigo. Me digo a mí mismo y a Él: “Aquí estoy Señor” (1 Sm 3: 4) ... “Úsame como un instrumento útil para ti”.
Hacerse un religioso es una llamada especial que llevará varios años. He estado en mi formación religiosa como dominico solo durante tres años, primero como postulante, después como novicio y ahora como estudiante recién profeso. Durante estos tres años he aprendido muchas cosas relacionadas con la vida religiosa, como por ejemplo qué significa ser un religioso, cómo adaptarse a esta clase de vida (porque resulta duro cambiar mi estilo de vida anterior) y, lo más importante, a vivirla y hacerla parte de mi vida. Por supuesto, las cosas no son fáciles en sus comienzos.
Province of Our Lady of the Rosary
Soy fray Richardger OP. Nací en el seno de una familia católica, y tuve a mi madre y abuela como mis primeras maestras en la fe. Fui bautizado e hice mi Primera Comunión a los 12 años de edad; un año más tarde, fui Confirmado. Después, sin saber ni cuándo ni cómo, comencé a alejarme de la Iglesia.
Recuerdo que desde temprana edad soñaba con ser un soldado, estaba convencido que en las fuerzas armadas tendrían todo lo que necesitase, y siendo sincero, nunca pasó por mi mente la vida como sacerdote o como religioso.
Al terminar mis estudios de bachiller comencé hacer gestiones para entrar a la escuela militar, para ello trabaje en varios oficios y establecimientos, entre ellos en una estacion de servicios o gasolinera. El propósito de trabajar y ganar dinero era cubrir los gastos que exigían los exámenes de admisión. Para ese entonces tenía 17 años y sucedió algo inesperado, mi hermano sufrió un accidente muy grave en el cual casi pierde la vida, y me vi en la necesitad de continuar trabajando para ayudar a mi familia. Eso me impidió poder presentar los exámenes en las Fuerzas Armadas. Sin darme cuenta pasaron 3 años de trabajo arduo.
En una ocasión un compañero de trabajo me hizo una pregunta: ¿Vas a la iglesia?, a lo que contesté: No tengo tiempo porque trabajo. Él me respondió:Si no tienes tiempo para Dios, ¿cómo después le exigirás a Él tiempo para que te escuche cuando le pidas algo?Sus palabras quedaron resonando en mi mente. Durante días comencé a pensar acerca de relación con Dios, mi fe, mi bautismo. Entonces entendí que ser católico no era cuestión de relacionarme con Dios a mi manera. Y decidí volver casa, tomé la decisión de retornar el camino a Dios. Vi la necesidad de hacer cambios en mi vida porque vivía sin Él, tenía actitudes que no eran propiamente cristianas y no quise vivir más así.
¿Cómo me llamó Dios?
Tomé la decisión de dar cabida a Dios en cada una de mis decisiones y comencé a participar más de las cosas de Dios. Empecé a ir a Misa los domingos. Meses después me integré en las actividades de la parroquia como auxiliar de catequista: este ejercicio pastoral me ayudó a reafirmar mis conocimientos y enseñar a otros. Por aquel entonces cambié de lugar de trabajo y comencé a estudiar leyes en la universidad; hice nuevos amigos, participé en un grupo juvenil de la parroquia, y formé parte del grupo de acólitos. Mi vida cada día fue dirigiendose a otros propositos.
Desempeñando ese trabajo pastoral en la Iglesia descubrí mi vocación al sacerdocio. Tuve miedo al principio por tantas dudas. Se sumaba a esto el ver mi pasado, errores y vida descontrolada. Pensaba que las personas que eran llamadas por Dios para el sacerdocio eran llamadas de una forma mística, y estaba convencido de que para ser sacerdote era necesario ser santo desde el nacimiento. Poco después de darme la oportunidad de seguir esa inquietud vocacional que había surgido, entendí que “Dios escogió lo más bajo y despreciado, y lo que no es nada para anular lo que es, a fin de que en su presencia nadie pueda jactarse”(1 Cor 1:28-29)
Fue un sacerdote diocesano el que me guió y animó a conocer a la Orden de Predicadores. Así inicié este camino con un “arriesgarme e intentarlo, y descubrir si es para esto que Dios me llamó”. Y hasta ahora creo firmemente que“Dios me llamó a combatir otras guerras con otras armas y sin violencia”. Puedo describir mi vida como “apasionante” porque he vivido momentos dificiles y buenos, y nunca he dejado de ser feliz.